Su nombre real es ‘traqueobronquitis infecciosa canina’, pero todo el mundo la conoce como tos de las perreras, puesto que las bajas temperaturas y el hacinamiento hacen que la enfermedad se propague rápidamente por los refugios o en las perreras donde conviven muchos animales juntos.
¿Cómo se transmite?
La transmisión se realiza por contacto directo, la entrada es por vía aérea, ya que se produce a través de las gotas que expulsan al estornudar o al toser. Esto hace que un solo ejemplar pueda contagiar a muchos, al jugar en el parque, en la calle o al dormir cerca de ellos. En este punto hay que advertir que de ningún modo puede transmitirse a las personas
Es más frecuente en comunidades de animales como criaderos y residencias caninas, ya que el estrés, el hacinamiento y los factores ambientales, como la falta de ventilación o la escasa higiene, pueden alterar el sistema inmunológico de éstos, lo que les convierte en vulnerables a esta enfermedad.
¿Qué síntomas presenta?
El síntoma más destacado es la tos seca muy marcada, que suele agudizarse con el ejercicio físico, en estados de excitación o cuando se presiona el cuello con la correa. En ocasiones, también se observa descarga nasal. En la mayoría de los casos los perros enfermos comen bien y permanecen activos.
Hay que extremar las precauciones en cachorros muy pequeños, animales inmunodeprimidos o en perros con alteraciones pulmonares previas, ya que pueden llegar a presentar complicaciones como la neumonía.
¿Qué precauciones podemos tomar?
Lo más recomendable es tener a nuestra mascota en las mejores condiciones nutricionales e higiénicas, evitándole situaciones de estrés. De esta manera, aún en caso de contagio, el pronóstico siempre será favorable. Lógicamente, no podemos impedir que nuestra mascota se relacione con otros perros en el parque y juegue junto a ellos, por lo que siempre existe un pequeño riesgo que podemos minimizar vacunandolos anualmente. La primera dosis se puede poner a partir de los 30 días de vida.
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